César - 31/10/08

Este blog, en teoría, debía ser un complemento a nuestra labor -ejem...- discográfica, reflejar las vicisitudes diarias de una afición tan desagradecida y al mismo tiempo exponer nuestra visión del pop. Pues bien, eones después de la última entrada va esto, que apuntala el último de los propósitos. Con lo fácil que es que coloquemos aquí las cosas que escribimos y nos puede la vagancia. Si al fin y al cabo, en mayor o menor medida todos publicamos y es que con esto de internet es escritor todo el mundo. En plan castizo, aquí hasta el más tonto hace relojes... Y como lo mío con La La Love You es curioso, pues aquí pongo la reseña que hago de su disco y la historia.

Lo cierto es que no tengo claro cómo llegué a escuchar por primera vez a los chicos estos de Parla. No me suele pasar. Las cosas que me sorprenden me quedan siempre en la memoria y soy capaz de recrear la situación en la que aparecieron en mi vida y en mio equipo Décima Víctima, Terry IV, Family, Los Fresones Rebeldes o La Casa Azul. Sin embargo con ellos no me pasa. Si que recuerdo la llegada al buzón de su primera maqueta y la sensación al degustarla de que sonando a muchas cosas ya establecidas en la oficialidad alternativa, tenían una personalidad muy marcada y atrayente, una visión punk de fantasía de los 80 entre lo cursi, la parodia y el cariño verdadero.

Por aquel entonces yo tenía una sección en una revista en la que descubría un par de grupos nuevos cada mes. La sección acabó y ellos fueron los últimos en aparecer. Casualidades benditas, pues esa reseña la leyó un directivo de Sony y se los guardó en la mente. Ahora ese directivo ha abandonado el barco mainstream y ha fundado una independiente -desde nuestra posición de zorros viejos, bienvenido- y los ha fichado. Así que se puede decir que yo les he conseguido el contrato.

Me los ha quitado, al fin y al cabo. Me hubiera gustado ficharlos, como a Quant, Nouvelle Cuisine o Los Punsetes. Todos ellos representan un poco el espíritu de paseo. Emoción amateur y simpatía. Con los que tenemos y estos seríamos un sello de referencia. Pero poco podemos hacer más de lo que hacemos. Escribir sobre ellos, si acaso. Así que aquí va la reseña del disco en absoluta primicia. Sale mañana en la revista.


La La Love You
Umm… Qué rico! (Familia Musical, 2008)

Vienen, indudablemente de otra época y de algún otro lugar. Su mundo, el de un festival emplazado en un planeta de fantasía; su tiempo, aquel en que los estímulos sean burbujeantes. Los miras, y casi no te los crees. Que cinco estudiantes de Parla montasen un grupo hace tres años –activo en maquetas, reconocido como icono- con la misma eficiencia, estética y pulsión con la que un niño de tres años aporrea tambores es digno de elogio.

Sí, digo bien, digno de elogio y del grande. Porque todo lo que ha sido la suprema historia del pop, pues parece que va decayendo y la música ha de tener una excusa emocional o cultural. Y existe música sin excusas. Basta acceder a Cocodrilo y darse cuenta de que bajo una explosión glam de barraca de feria a lo Sigue Sigue Sputnick late un anclaje perfecto con la emoción primigenia. El paso de Alf, Benny Hill, Punky Brewster o Paco Pil por su letra no es más que un argumento para recalcar el orgullo de no haber sido fagocitado del todo por la madurez (“aún hay tiempo para disfrutar”, predice la letra). Ejemplo preclaro: los coros en la canción de amor a Miriam Díaz Aroca –parece ser que es fan del grupo a raíz de eso- o en la pimpante Mi chica sideral oxigenan tanto como abrir las ventanas en invierno.

Porque en esencia no es más que eso, guitarrazos hiperventilados a lo Airbag, facilidad para las melodías como La Casa Azul y resolución directa como Helen Love, la soltura de los Hombres G primitivos, el espíritu de Terry IV con algo menos de genialidad poética. Esos estribillos que se te estampan y no te explicas que antes no existieran. Y hay muchas: Palomitas para dos, Mariposas o Peter y Wendy acogen de forma certera toda esa línea de pop desinhibido que elimina lo serio, lo pretencioso, lo convencional y lo deprimente.

En el extremo, música de cartoon. Imagínense las cortinillas de una animación que se llamase Flash de Limón. Pues eso es la canción homónima, una sintonía de dibujos animados. Y a la vez, editado en una compañía de discos de reciente creación. Tal y como están las cosas, viene a ser éste –disco y sello- el único underground posible.