Os recordamos que el viernes estaremos en el Minifestival de Música Independent de Barcelona. Convent de Sant Agustí, Carrer Comerç, 36.
A las 18:00, Luis y César estarán participando en un debate sobre el futuro de la prensa musical independiente. Supongo que la banda sonora será una mezcla de Los Planetas y los Sex Pistols.
A las 22:15, concierto de Zona Negativa en el que incluirán una versión especial.
Durante la tarde es probable que estemos pululando por ahí e incluso, si nos dejan, montaremos un stand para intentar vender algunas cosillas. No, en principio no aceptamos ofertas por nuestros cuerpos... que no tengan más de tres cifras (decimales aparte).
Mic - 25/02/09
Luis - 2/2/2009
Soy una persona que escucha mucha música, con un criterio bastante incoherente. No me importa comprar discos a ciegas (siempre que sean baratos); no doy abasto a escuchar bien lo que tengo, aunque lo intento y hago parones adquisitivos para dejar reposar mi propio material;, no es difícil que me guste un grupo o disco nuevo, o una canción reciente, o que descubra hoy cosas que todos conocen de sobras desde hace tiempo a la vez que escucho discos que ya nadie recuerda y apenas nadie llegó a conocer. En realidad, nada que no hagan muchos fans de la música. A lo largo de los años también he tenido bajones, uno muy largo, por pura saturación, en los que mi relación con la música es más distante.
Desde los 15 o los 16 que supe que prefería música diferente a la de la mayoría de los que me rodeaban, he escuchado muchísima, he comprado un montón de discos, he comprendido algunos, he disfrutado varios, he llorado con algunos, he coreado varias letras en la soledad de mi habitación, he querido ser guitarrista imaginario con algunas bandas, teclista con otras, cantante con otras más, me han sorprendido algunas letras y me he visto reflejado en muchas palabras, me he encerrado a oscuras y he querido morirme con determinadas melodías, he manifestado recurrentemente una extraña incapacidad para identificar las canciones por su inicio cuando hace tiempo que no las oigo y, a lo largo de toda esa evolución, supongo que por razones lógicas de edad, he ido disfrutando de mis canciones favoritas cada vez con un mayor distanciamiento, con el mismo amor pero sin igual pasión, más o menos como las relaciones sexuales de una pareja madura y de largo recorrido. Casi todas mis canciones epidérmicamente favoritas las escuché por primera vez antes de los 25. Aún así, de mayor he ido descubriendo nuevas canciones que he incorporado a mis favoritas perennes, muchas de ellas en los últimos años. Pero nunca ha sido lo mismo, siempre ha sido una sensación así como más "qué bonita (o buena) es esta canción", como cuando ves por la calle una mujer que sabes que podría ser la de tu vida pero también sabes que jamás será tuya. Esa sensación preciosa pero fugaz.
Y de golpe, un día vas a una feria de discos un rato, por matar la tarde, compras a peso por la potencial relación de la pinta del grupo o disco con tus gustos y, de golpe, cumplidos los 40, te encuentras de frente y desprevenido con otra canción que te oprime el pecho como a los 18, que te hace de nuevo darle al air guitar en la soledad de tu casa (eso sí, ahora procurando que no te vea nadie, que uno tiene una dignidad que mantener), que te hace desear poder quitarte 25 años de encima y haber intentado ser músico, que quieres escuchar 200 veces seguidas, que te vuelve a colocar aquella sensación en el corazón que creías perdida de que la vida es justo eso que cuenta la canción, de no entender cómo una simple combinación de sonidos puede causar en tí tamaña sensación, esas ganas de ser feliz, o de estar triste, o de saltar, o de correr, o de contárselo a alguien.
Sí, yo la he encontrado otra vez, y aún no me lo creo. Ni sé cómo puede haber pasado. Pero creo que, cuando ya no lo esperaba, he añadido una canción nueva aaquellas que consideraré para que suenen en mi funeral. The Garden Path - "Into the clouds". Una canción de hace 23 años de un grupo australiano desconocido, que estaba ahí esperándome. Me ha devuelto una fe que, en realidad, ahora creo que no había perdido nunca.
Y lo más gracioso, y lo más grande, es que escuchada por casi cualquier otra persona, seguramente a muy pocos les parecerá más que otra bonita canción. Una más. Sin más. Y a algunos ni eso. Es lo fantástico de la conexión de la música con el propio yo personal. Probablemente lo que la hace grande y la convierte en arte...
Aunque no le vaya a decir nada especial a nadie más –como así debió ser porque el grupo no parece haber tenido un gran recorrido, ni siquiera en su casa- a mí me parece un momento redondo de lucidez en la historia de un grupo que consiguiendo eso lo consiguió todo. Por cierto, con una acústica de 12 cuerdas. Si me paro a pensarlo, creo que un montón de mis favoritas no electrónicas llevan guitarras de 12 cuerdas incorporadas.
Pues eso, que no me lo puedo creer. Por una tarde he vuelto a ser joven. Y he vuelto a querer hacer cosas que sé que nunca haré.
Y luego me preguntan que qué voy a hacer aún a las ferias de discos...